mardi 14 juillet 2009

Comienza el viaje... (ahora sí...)

Ya de vuelta en eeuu., en un bus a pocos kilómetros de Seattle, en el último pueblo antes de alaska, pasando por el puerto desde donde salen los ferry que conectan ambos territorios, observo la puesta de sol en la bahía y me conecto con el 'comienzo' de mi viaje, ente comillas, pues vuelvo a estar en un aeropuerto que me llevará a otro aeropuerto. Pero este viaje casi en línea recta hacia el poniente tiene una extraña particularidad atemporal: ya en el avión observo por las ventanillas una hermosa puesta de sol que se quedará allí congelada por las próximas cinco horas.

Los atardeceres y amaneceres en estas latitudes tienen una interesante característica, especialmente en estos días cercanos al solsticio de verano, y es que el sol hace una trayectoria más bien oblicua, lo que hace que duren más. Los colores purpúreos se sostienen en el cielo por más tiempo, y esos azules oscuros del ocaso parecen adquirir nuevos matices al tener uno más tiempo para observarlos. Añadir a eso las características de alta humedad de montreal, que cooperan con la intensidad de los rojos y las siempre interesantes figuras de las nubes.

¿Ventana o pasillo? Antes de abordar mi vuelo de las 21:05, pensé para qué quiero ventana, si va a estar todo oscuro... Me tuve que conformar con ver el atardecer más largo de mi vida por entre los rostros de mis vecinos cercanos.
Consuelo: me podrían haber dado la ventana del lado equivocado. Pobre consuelo, pues el atardecer podía apreciarse por ambos costados.
Consuelo 2: desde el medio puedo elegir mejor que costado del atardecer observar. Eso sí es un poco cierto, pero aún resulta un pobre consuelo.

El aeropuerto de calgary es confortable, con un montón de gente con turbante y largas barbas grises haciendo el aseo, paseándose en gigantes aspiradoras/enceradoras, y con muchos asientos bastante apropiados para pasar la noche. Después de un breve tour descubro que no soy el único que no quiere pagar $120 por el hotel del aeropuerto, lo que me libera un poco del pudor que inicialmente sentía con la idea de pernoctar allí. Como tampoco soy un ser muy pudoroso, poco tiempo pasó antes de encontrarme sacando saco de dormir de la mochila e instalándome en una corrida de asientos sin abrazadera.

8:00 am y muy pocas ganas de levantarme, a pesar del movimiento de gente. Media vuelta, 9:00 am y la situación no ha cambiado nada. 10:00 am y pienso en cuanto le podría ofrecer a alguno de los pasajeros itinerantes para convencerlo de que me compre desayuno y me lo traiga 'a la cama'. 11:00 am y ahora sí ya es la hora de comenzar mi viaje.

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